lunes, 10 de agosto de 2009

DAKAR








‘Cuando era niño, tenía pasión por los mapas. Miraba horas y horas Sudamérica, Australia, África, y me hundía en ensoñaciones sobre las glorias de la exploración. En aquellos tiempos había muchos espacios en blanco en la Tierra, y cuando daba con uno, lo encontraba particularmente atractivo. Ponía mi dedo sobre el lugar y decía, cuando crezca iré allí.
Pero había uno, el más grande, el espacio en blanco más grande de todos, y ése era el que me producía mayor ansiedad’
(Joseph Conrad en ‘El corazón de las tinieblas’)

Viajar a África se ha convertido en una necesidad para mí. Año tras año ansío que llegue el mes de vacaciones para reencontrarme con una naturaleza imponente, con el calor húmedo sobre la piel, los aromas sensuales de sus especies, los sonidos de la noche.

Siento la llamada de África, un extraño desasosiego que sólo se cura cuando regresas allí.

En esta ocasión he optado por una cortísima estancia en Dakar. No ha habido amaneceres de ensueño, no disfruté de la inmensidad de los paisajes africanos, no saboreé el fuego del campamento tras las espectaculares puestas de sol. No hubo animales en libertad, no hubo contacto con las diferentes etnias que enriquecen la condición humana.

Esta vez fue el turno de los tullidos, los mendigos, los buscavidas. El caos del tráfico en una gran ciudad africana donde todos se amontonan en busca de una oportunidad.

Esta vez fue el turno de la polución y los fétidos olores de las cloacas. La basura, el desorden, el ruido.

Esta vez fue el turno de ‘África, la superpoblación, la pobreza, el hambre, la incultura, la corrupción política, las epidemias, la explotación incontrolada, las drogas, los refugiados, la bancarrota, la sequía y la guerra. África, sin otra esperanza que el humanitarismo. África, las dictaduras asesinas y las democracias pervertidas. África, sin universo moral propio, destruido sistemáticamente por los europeos desde hace cuatrocientos años. África, el Tercer Mundo. África, la barbarie de Ruanda, la hambruna de Somalia, la tiranía asesina de Nigeria, los ‘señores de la guerra’, los mercenarios, el rigor islámico, el perfume de las corrupciones, los odios tribales y la vida cotidiana al lado de la muerte. África, el horror del alma humana en el espejo.’ (Javier Reverte, en ‘El sueño de África’)



1 comentario:

  1. Es el turno de ver la otra cara de África, la cara B. Lamentablemente esa cara B que has visto está por todo el mundo. Buen reportaje. Buen trabajo.

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