martes, 26 de febrero de 2013

JAVIER BAULUZ

Reproduzco entrevista de Ramón Lobo a Javier Bauluz em Jot Down

Javier Bauluz: "Quiero que las fotos vayan al corazón o a la cabeza, no al estómago"

Javier Bauluz (Oviedo, 1960) es un fotoperiodista de causas extraviadas. No le interesan los triunfadores ni las pasarelas; prefiere enfocar su cámara, su mirada, sobre injusticias, enfermedades, personas, los invisibles. Creó hace tres años Periodismo Humano, un medio de comunicación en Internet que se ocupa de los temas que la mayoría desdeña. Recibió el premio Pulitzer en 1995 junto a los fotógrafos de Associated Press Jacqueline Arzt, Jean-Marc Bouju y Karsten Thielker. Premiaron sus extraordinarios trabajos en la República Democrática de Congo durante la epidemia de cólera que mató en 1994 a decenas de miles. La penúltima batalla periodística de Bauluz son los mineros asturianos y leoneses a los que acompañó durante 65 días de huelga y lucha hasta su emotiva marcha hacia Madrid, donde fueron recibidos como héroes. El resultado es un libro de fotografías #ResistenciaMinera, que incluye un vídeo realizado por el gijonés Marcos Martínez, su vecino del piso de abajo con quien comparte causas y sueños. Lo pagaron de su bolsillo porque a veces la gran apuesta no es ganar dinero sino hacer lo que place.


¿Tiene futuro el periodismo?


Mientras haya periodistas que quieran hacer periodismo habrá periodismo. Otra cosa es que en estos tiempos turbulentos de cambio los grandes imperios de comunicación se estén derrumbando. Aún no sabemos qué va a suceder. Cada vez hay más periodistas que intentan realizar un periodismo libre e independiente a través de Internet. Creo que ese es el futuro. ¿Cómo acabará concretándose todo esto? Es lo que no sabemos. En marzo hará tres años que empezamos Periodismo humano. Recuerdo que nos llamaban locos. Hemos demostrado en este tiempo que se puede hacer un periodismo distinto al de los medios de comunicación tradicionales; y que interesa a mucha gente. Lo que aún nos queda por demostrar es que es sostenible económicamente, que es viable, que se puede vivir de él. No olvidemos que los periodistas también comen.


Enrique Meneses, maestro de periodistas recientemente fallecido, tenía una visión; decía que las grandes redacciones, como la del The New York Times, con cerca de 2000 periodistas, se reducirán en unos años a 400 senior con mucha experiencia que dirigirán y editarán a cientos de freelance. Desafortunadamente, los periódicos hacen lo contrario: despedir a los veteranos y quedarse con jóvenes malpagados. La precarización no tiene límites. Cada vez hay más freelance sin protección ni garantías económicas. Tú has sido freelance toda la vida, ¿qué es ser freelance en España?

 

En España es casi sinónimo de pasar hambre, de no tener el respeto que se tiene fuera a los periodistas independientes…

 

Has trabajado para medios extranjeros, ¿cuál es la diferencia de trato?

 

Es más serio, más profesional, más respetuoso. Te pagan mil veces mejor, que al final es la forma de reconocer tu trabajo. Aquí todavía pretenden que publiques algo porque es muy bueno para tu carrera. Pero, oiga, si mi carrera lleva 25 años dando vueltas. ¿Aún tengo que trabajar gratis para darme a conocer? Es surrealista.

 

Cuando fuiste a Nueva York a recoger el Pulitzer en 1995 tuviste problemas con tu banco, algo relacionado con la tarjeta de crédito.


Sí; eso es ser freelance. También muestra una falta de visión de algunas empresas radicadas en España. El día antes de recibir el Pulitzer me llamaron de American Express para decirme que me iban a cancelar la tarjeta porque mi banco no les había pagado el importe del mes correspondiente. Entonces les dije: “Llevo no sé cuántos años con ustedes sin faltar al pago ni un mes. Arreglemos eso”. Era una cuestión de una orden mal dada o algo así. El caso es que me cancelaron la tarjeta y mi American Express se perdió un montón de vueltas al mundo.

 

Un periodista como tú, que está varias semanas fuera de casa sin la garantía de un sueldo fijo, ¿tiene problemas para pagar alguna factura?


Sí, continuamente. Pero lo peor es que se me olvida cobrarlas. Tengo que aprender de grandes maestros, de colegas que controlan esto bastante bien y a los que les va, por tanto, mejor que a mí en ese aspecto. Si me pagaran ahora todas las facturas que dejé de cobrar en su día porque no me preocupé de mandar a tiempo el papelito o porque no reclamé en su momento, me podría hacer una casa.


Tengo un amigo fotógrafo que se ha inventado una hermana. Ella es quien manda los correos y persigue los pagos, quien ejerce de antipática. Le funciona.


Tendré que probar.


¿Cuándo decides que quieres ser fotoperiodista?


Me fui a Londres después de abandonar la carrera de Psicología porque estaban todos locos. Llegué en autoestop. Me puse a fregar platos y a intentar aprender inglés. Lo que aprendí fue italiano. Me encontré un día en medio de una manifestación en Hyde Park con una cámara prestada. Cuando revelé aquellas fotos en una tienda normal llamé por teléfono a mi madre y le dije: “Ya sé lo que quiero hacer. No sé cómo, pero ya sé qué”. Había encontrado una forma de ganarme la vida que me gustaba, que me iba a permitir ver mundo, hacer algo de sociología e historia desde primera línea. Llamé a varios periódicos ofreciendo las fotos. Respondían que ya tenían un fotógrafo en el lugar y que tenían fotos suficientes. Yo insistía e insistía… Así fue como empecé a ser fotoperiodista.

¿Existe un estilo? ¿Cómo se consigue que una foto sea distinta, especial?


La fotografía está en la mirada de quien la hace, no en la cámara. Me arriesgaría a decir que ni siquiera está en las situaciones que se fotografían, sino en cómo la puede ver un fotoperiodista, cómo la traslada a una imagen. Los buenos fotógrafos son los que hacen una buena foto de lo que sea. No está pasando nada y de repente aparece una imagen que te sorprende, que cuenta algo sobre ese nada que no está ocurriendo.

 

¿Se estudia? ¿Se miran las fotos de los demás? ¿Cómo se educa ese ojo?


Hay que ser muy observador, saber mirar a la gente, ser invisible —esto es importante— y saber un poco del porqué de las cosas, de las historias sobre las que vas a fotografiar. No es solo coger una cámara y ya está, soy fotógrafo. Exige algo más. Tampoco consiste en asistir a muchos cursos de fotografía. El fotógrafo y el fotoperiodista no son lo mismo. El fotoperiodismo lleva implícita la palabra periodista, la intención de contar. El fotógrafo puede ser de bodas, bautizos, comuniones o de cualquier cosa. Contar historias a través de la fotografía requiere más esfuerzo, más formación, y no necesariamente académica. Aparte de la cuestión técnica hay que saber ver, tener la mirada del fotógrafo. El que tiene mejor mirada hace las mejores fotos con la peor de las cámaras.


Abbas Ashkar, fotógrafo iraní de la agencia Magnum, me dijo en Bagdad en 2003 que él se había especializado en hacer fotos dentro de la foto, que pensaba unas décimas de segundo mientras los demás se conformaban con la foto evidente. ¿Se nace con ese don, se entrena, se aprende?


Es una mezcla de conocimientos previos, observación y aprendizaje. De experiencia, evidentemente. A costa de equivocarte muchas veces vas aprendiendo de tus errores. Vas mejorando. Estoy de acuerdo con la idea de intentar ir más allá de lo evidente. Tienes que ir un paso más allá en todo, en el territorio, en el conflicto…


Castro Prieto, que es un gran fotógrafo y además un gran revelador de fotografías, sostiene que una buena foto no necesita pie de foto.


Totalmente de acuerdo. Añadiría que la mejor fotografía —seguro que a Castro no le gusta esto— es la que pasada por la peor fotocopiadora sigue siendo una buena fotografía.


Robert Capa djo: “Si tu foto no es lo suficientemente buena es que no estás suficientemente cerca”. No se refería solo a la cercanía física, sino a una cercanía emocional.


Iba a decir exactamente eso. También lo entiendo así. Cuanto más cerca estés emocionalmente de lo que está pasando mejor lo vas a contar.


Estuviste en la epidemia de cólera de Goma, en la actual República Democrática de Congo, en 1994, después del genocidio de los tutsis en Ruanda. ¿Qué pensabas cuando tomabas aquellas fotos? ¿Eras consciente de su importancia?


Cuando tienes miles de personas muriéndose delante de tu cámara, de tus ojos, piensas. ¡Claro que piensas! Pero tampoco puedes pensar demasiado porque te bloquearías. Sería imposible hacer lo que estás haciendo. He tenido delante a una mujer que daba el pecho a su hijo y al mismo tiempo tenía la cabeza de su marido enfermo sobre el regazo. A la tercera foto, él soltó un estertor y murió. Ella le apartó la cabeza y poco después llegaron unos señores que se lo llevaron y tiraron en una cuneta. Allí quedó en espera del camión que recogía cadáveres para llevarlos a una fosa común en la que arrojaban más de mil cuerpos al día. Es muy duro. Tras aquella experiencia sufrí eso que hoy conocemos como estrés postraumático. Aquello no era Sarajevo, El Salvador u otros sitios donde hay acción, adrenalina. Allí lo único que pasaba es que la gente se moría a tu alrededor continuamente. Es algo que te sobrepasa. Muerte por todas partes.


¿Es posible que, como también decía Capa, las imágenes se dupliquen en tu cerebro como un segundo negativo, como los olores, las voces?


Sí, claro. A veces pasa. Tienes una imagen en la cabeza, pero no recuerdas qué sucede alrededor. Solo ese momento.


La cámara protege, de alguna manera, al fotógrafo de lo que está fotografiando. Pero el periodista que escribe tiene la oportunidad de desahogarse escribiendo lo que ha visto. Así se distancia. El fotógrafo, no; él queda atrapado en la imagen.



Se ha dicho muchas veces: “Si lloras no puedes enfocar”. Creo que, de alguna manera, la concentración en el trabajo de hacer la foto y todo lo que lleva aparejado, que no es solo hacer click, te ayuda a mantener controladas, digamos temporalmente, tus emociones. Es cierto que, cuando bajas la cámara, esas mismas emociones pueden desbordarse. Cuando fotografías un niño palestino de 14 años al que los soldados le han volado la cabeza y cómo lo recogen, a la media hora estás llorando en el hombro de un tipo que pasaba por allí, de un desconocido.




¿Hay que estar especialmente loco para elegir este trabajo, para ir sitios como Goma, Sarajevo o Palestina? ¿Hay que ser un aventurero?


La gente se mueve por motivos muy diferentes. Hay que estar loco y lo contrario: estar muy cuerdo; saber perfectamente lo que haces y por qué lo haces. Es fundamental para tener la conciencia tranquila e irte a dormir sabiendo que has hecho lo que debías. Esto da una fuerza inmensa. Si además consigues vencer el miedo —que lo debes sentir, si no estás muerto—, puedes llegar muy lejos.


¿Te has sentido alguna vez en la situación de decir: gracias a que estoy aquí y tengo esta cámara estoy contando la verdad sin dejar espacio a la propaganda?


Muchas veces. Intento ir a historias donde entiendo que puedo ser útil, por mi capacidad para hacer unas determinadas cosas, porque algo no se está contando o se está contando de una manera que no me parece la indicada. No siento esa misma necesidad donde otros fotoperiodistas están haciendo muy bien su trabajo. En el caso de Israel o Palestina es diferente; el trabajo consistía en salir a la calle todos los días; en patrullar y encontrar manifestaciones; en ver qué hacían unos y otros para fotografiarlo, contarlo y enviarlo sorteando la censura que impone el Ejército israelí. Una vez fotografiamos cómo unos soldados israelíes destrozaban nuestros coches enfrente de la casa en la que estábamos, vimos cómo nos robaban partes del motor. O cómo colonos judíos disparaban con armas de fuego contra jóvenes palestinos que solo tenían piedras. Esas fotografías mostraban una realidad de forma muy clara.


¿Es Palestina el peor de los sitios donde has estado?


Hay una especial concentración de injusticia por metro cuadrado, y además desde hace tiempo, pero por desgracia hay otros lugares. Bosnia-Herzegovina, por ejemplo, era un lugar terrible. No era como en otros conflictos en los que ibas y venías, donde había una zona en la que estar a salvo por la tarde o durante la noche. En Sarajevo estábamos dentro del cerco; todos podíamos ser víctimas de un bombardeo, de los francotiradores. Esa sensación es importante. Me guío mucho por aquello que me dijo mi madre de ponerse en el lugar del otro. En Sarajevo era imposible no hacerlo, te podían matar igual que a los demás en cualquier momento.


Hay quien critica que se cuide la estética en fotografías que muestran situaciones especialmente duras, como el hambre o los trabajos esclavos.


Sin hablar de nada ni de nadie en concreto, puedo decir que soy partidario de que el contenido y la forma de una fotografía sean los mejores posibles. Lo óptimo es contar una buena historia lo mejor que se pueda. Lo contrario sería como si un escritor escribiera mal una gran historia para que pareciera real. Alguna vez me han pasado cosas curiosas. Un medio se quejó de que una de mis fotos era demasiado perfecta y me propuso moverla un poco para que tuviera más emoción.


¿Existen límites en la publicación de una foto? ¿Cuál es la frontera ética?


Quiero que mis fotos vayan al corazón o a la cabeza, no al estómago. Me parece un error tan grande no mostrar nada como mostrar demasiado. Se trata de encontrar un punto donde puedas contar el horror de la guerra, el sufrimiento de las personas, sin caer en el morbo, en la casquería. Si vas a las tripas, al impacto, el lector huirá de esa imagen, no querrá volver a verla ni reflexionar sobre ella.


¿Tienes fotos que no has querido publicar?


Todos tenemos fotos que no hemos querido publicar. Sabes que no vas a lograr ese efecto, que vas a conseguir lo contrario, el rechazo, que la gente no quiera volver a saber nada sobre ese tema. La edición es tan importante como la propia foto. La escasez de buenos editores fotográficos es uno de los muchos problemas de la fotografía en España.



Una de tus fotos más conocidas muestra a dos bañistas en la playa de Tarifa bajo una sombrilla. Parecen ajenos al cadáver de un inmigrate unos metros más allá. Fue publicada en la primera página del diario The New York Times. Denunciaba la pasividad con la que vivimos estas situaciones. ¿Por qué fue tan polémica?


No creo que fuera polémica, salvo para alguna persona. No voy a entrar en esa batalla, nunca lo he hecho y no lo voy a hacer ahora. Lo que pasó aquel día está registrado en un reportaje de 14 páginas en La Vanguardia. No solo era esa foto, había más, otra con otra pareja horas más tarde cuando se llevaban el cuerpo en un ataúd. Cada uno es libre de pensar lo que quiera.


La persona que habló de manipulación fue Arcadi Espada. Pero él no estuvo en esa playa. ¿Te llamó para comprobar las circunstancias y las condiciones de la foto como mandan los cánones periodísticos?


Nunca llamó.


(Ante la insistencia del entrevistador en este asunto, Bauluz mueve la cabeza, sonríe y se cruza los labios con dos dedos simulando una cremallera que se cierra).


Más tarde creas Periodismo humano. ¿Cómo y por qué se te ocurre?


Nace como una necesidad y una opción al mismo tiempo. Una necesidad de poder seguir haciendo periodismo desde el punto de vista de los derechos humanos, que es lo que he hecho, sin darme cuenta, toda mi vida. Ese punto de vista no tenía hueco en un mundo y en unos medios de comunicación que se mueven bajo el lema de “todo por la pasta”. El periodismo se convirtió en una mercancía, en un negocio como otro cualquiera, en vez de un derecho, un servicio público con una función social. Muchos somos periodistas por esto; no lo somos por el negocio, para hacernos ricos o para que otros se hagan ricos. Fue la necesidad. Llegar a la conclusión de que no había hueco para un premio Pulitzer español, no había sitio para contar la historia de unos niños en un vertedero de basuras en Managua. Podía ofender a los lectores que tenían al lado la publicidad de unos relojes estupendos, de grandes marcas. Los medios de comunicación tradicionales no estaban cumpliendo su función social. Descubrimos que los periodistas teníamos que montar nuestros propios medios para seguir haciendo el periodismo que nos gusta y queremos. De ahí sale Periodismo Humano: periodismo de calidad con los derechos humanos como única bandera, incluso ideológica; basado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en un manifiesto que redactamos firmado por cientos de periodistas y no periodistas que afirma que el marco ético del periodismo deben ser los derechos humanos y que no puede estar sometido a intereses económicos y políticos particulares.


¿Cómo se financia Periodismo humano?


En eso estamos. En estos tres años que cumplimos ahora en marzo hemos demostrado que se puede hacer otro periodismo, con otro enfoque. Poniendo el foco sobre los que Eduardo Galeano llama los nadies. Hemos demostrado dos cosas, que se puede hacer esto y que le interesa a mucha gente. No voy a dar cifras. No nos interesa esa liga. No vamos a cometer el error de trabajar teniendo en mente quién nos sigue. Lo que nos falta demostrar, lo decía antes, es que esto es sostenible económicamente haciendo el periodismo tal y como nosotros entendemos que debe hacerse. Tenemos claro que esto no es una empresa, es una organización sin ánimo de lucro. Nuestro fin no es ganar dinero. La idea es un poco como la de Médicos Sin Fronteras: si quieres que haya médicos en estos sitios hazte socio. Es cierto que hacerse camino en la selva es complicado, sobre todo si es en Internet y en abierto para que todo el mundo tenga acceso, y que sea voluntaria la aportación económica para que sea posible, para que exista, para que se pueda retribuir a los periodistas que trabajan. Esto es complejo, muy difícil de lograr. La gente tiene la idea de que en Internet todo es gratis por definición. Lo que pretendemos es que sean los ciudadanos los que aporten económicamente lo que puedan y quieran, y luego que aporte la sociedad, las instituciones. No hemos hecho uso de la publicidad en estos tres años. No es que la hayamos descartado del todo, pero sí que creemos que ese es uno de los problemas que más daño han hecho a los medios, el “quien paga manda”.


¿Tenéis subvenciones?


Ha sido mi mayor error: creer en las promesas que me hicieron y nunca se cumplieron.


¿Te cuesta dinero Periodismo humano?


Diría que sí.


Sois de los medios que han aparecido en Internet que siempre pagáis a vuestros colaboradores. Poco, pero siempre habéis pagado.


Pagamos a nuestros colaboradores porque creemos en la máxima de que los periodistas también comen. Si no lo hacen se mueren y no pueden hacer periodismo.


Enviar a periodistas a sitios como Goma es caro…


No sé; todo el mundo busca fórmulas mágicas. Lo que sí sé es que dentro de cinco años todo esto habrá pasado y habrá modelos de funcionamiento y financiación establecidos. Estamos también en España, donde muchos no saben qué es un filántropo, una persona que devuelve a la sociedad una parte de lo que gana para que pueda desarrollarse algún proyecto con el que comulga. Vas a Washington y te encuentras que en las butacas del planetario hay unas chapitas que dicen: “Este sillón fue donado por Fulanita”. Aquí no tenemos esa cultura. Comprar, sí; aportar, no. Esto empieza a cambiar, afortunadamente. Existen iniciativas interesantes como el crowdfunding. Aunque no puedes pedir dinero a los lectores para cada proyecto. Sería una locura, sería inviable. Lo que tiene sentido es que la gente apueste por un proyecto serio, con calidad, libertad, independencia… como Periodismo humano, que sienta la necesidad de aportar algo para que siga adelante y que deje en manos de los profesionales las decisiones sobre qué es lo importante, dónde se tiene que ir, qué noticias tienen interés.


El ciudadano puede tener la sensación de que ya no necesita intermediarios, de que puede informarse directamente a través de Internet.

La culpa la tenemos nosotros. Que los ciudadanos hayan decidido tomar en sus manos las armas de la información es porque el periodista y los medios de comunicación han fallado en su función. Ahora disponen de herramientas que antes no tenían: Internet, las nuevas tecnologías, la fotografía digital. El poder ya no está solo en unas pocas manos. Antes era el dueño de la rotativa o de la cadena de televisión quien te dejaba publicar o no. Ahora podemos transmitir información de calidad, ponerla al alcance de millones de personas sin prácticamente coste en la transmisión. Si los periodistas recuperamos esa función social, ese respeto, la credibilidad que ya no tenemos, los ciudadanos sentirán que no tienen que ocuparse ellos mismos, que hay alguien que se ocupa, alguien que cuenta las cosas mejor porque es profesional, tiene el talento y la experiencia.


Los casos de corrupción en España los hemos conocido a través de los medios de comunicación tradicionales, pero la información sobre desahucios empezó en las redes sociales. Después ha saltado a todos los medios.


Me encanta que me hagas esta pregunta, como se dice en estos casos. Una de las cosas que más orgullo me produce de Periodismo humano es haber estado desde el principio contando los desahucios; haber publicado decenas de reportajes, informaciones que estaban siendo, como mínimo, ocultadas o silenciadas por la mayoría de los medios tradicionales. Hasta hace un par de meses este problema no existía para ellos. ¿Por qué lo contamos nosotros? Porque entendimos que había que contarlo; afectaba a derechos de miles de personas. Sucedió también en el 15M. En los primeros días hubo momentos en los que la única cámara que estaba allí, transmitiendo en directo qué estaba pasando en una plaza llena de miles de personas, en la capital del país, era Periodismo humano. Y el resto de medios, unos por unas razones, otros por otras, no estaban, no querían estar.


¿Dónde está ahora el 15M?


En todas partes. La gente no sabe qué es el 15M. Los médicos que protestan en las calles gritan lo mismo que gritaba el 15M hace dos años. Utilizan las mismas técnicas de protesta, tanto los médicos como los demás colectivos que se manifiestan. El 15M, que no es nada físico, es ahora mismo transversal a todos los movimientos en España.


Pero no pasa nada, siguen los recortes, la corrupción…


¿Cómo que no pasa nada? Hemos contado durante dos años y medio los desahucios, y son muchísimas las historias de desahucios terribles. Me dices que el 15M no ha hecho nada… La fuerza de choque, la infantería pacífica que se ha colocado en cada desahucio delante de las porras de la policía son los afectados por las hipotecas, que son muchos. Son los grupos del 15M de cada ciudad los que se han colocado físicamente en los portales para que no desahucien a las familias. Sin ellos no se hubieran parado más de 565 desahucios, o no se hubiera entrado a debatir en el último momento la Ley para la dación en pago. Son hechos, cosas que están pasando.


¿Crees que el movimiento ciudadano va a revertir la idea de que la economía de ajuste es el único camino, el único dogma? ¿Eres optimista?


Lo que me preocupa es que, si se sigue por este camino, es fácil que acabemos en un escenario generalizado de violencia. Puede ser mañana, pasado mañana… Hay suficiente gasolina, solo hace falta una chispa. ¿Cuál será esa chispa? Podría haber sido cuando se suicidaron los dos ancianos a los que iban a desahuciar cuando se estaba debatiendo la tramitación de la ley, o un día que alguien en una manifestación se rompa la cabeza y muera… Va a haber un punto en que esto explote. La presión es brutal. Evidentemente, todos estos casos de corrupción a tan altos niveles no ayudan a calmar los ánimos.


¿Tenemos la culpa los medios de no haber educado a la ciudadanía?


Nosotros contamos los desahucios porque no había ningún banco que nos recomendara no hacerlo. Hay medios de comunicación informando de un desahucio y no dicen cuál es el banco que está desahuciando. He tenido problemas de alguna censura, no voy a entrar en detalles, por haber publicado algunos casos de desahucios en Periodismo humano. ¿Responsabilidad de los medios de comunicación? Toda. En esto y en otras cosas. Si hace cuatro años, cuando empezaron los desahucios, se hubiera sacado a la luz todo esto, no se hubiera desahuciado a tanta gente, se hubieran alcanzado soluciones y no habrían muerto muchas personas.


Una forma de salir de la crisis es hacer periodismo y ser útiles.


Sí, claro. Una sociedad sin periodistas es como una sociedad sin médicos. No hay democracia. No solo eso: no hay ni sociedad. La gente sin información no puede actuar.


La Sexta emite los domingos Salvados, un programa de denuncia social que dirige Jordi Évole, un periodista capaz de hacer las preguntas que haría la calle, no los periodistas rebuscados. Es un éxito: tiene cerca de cuatro millones de seguidores.


La prueba de que los periodistas son necesarios. Un periodista como Jordi Évole consigue que esos cuatro millones sigan voluntariamente lo que cuenta, lo que presenta. ¿Por qué él tiene esa audiencia? Está claro que a la gente le interesa saber qué pasa y quiere que se lo cuenten bien. Y este periodista lo hace perfectamente. Está claro que la gente quiere y necesita periodistas. El periodismo puede ser rentable si se encuentran las fórmulas.


Muchas gracias, señor Bauluz.


Las fotografías de la entrevista son de Carlos García Martínez


lunes, 25 de febrero de 2013

FIMUCITÉ



Diego Navarro presentó hoy la VII edición del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (FIMUCITÉ) y dijo que el festival que el dirige se mantiene gracias a la taquilla (ya casi no hay aportación de las administraciones) y de que el 'staff' regala su trabajo.