miércoles, 12 de agosto de 2009

LOS ESCLAVOS DE LOS TIEMPOS MODERNOS













Latas vacías destinadas a mendigar se amontonan por las calles de Dakar, la capital de Senegal.
Cada mañana, tras dormir en el suelo de una pequeña habitación con otros diez o quince compañeros, los niños talibés cogerán su lata vacía y mendigaran durante horas, probablemente todo el día, para conseguir la cantidad que su ‘maestro coránico’ le haya asignado.
Un talibé es un estudiante, de entre 6 y 12 años, cuyas familiares han consentido ceder a un marabout para que los instruya en las enseñanzas del Corán.
La UNICEF estima que en Dakar puede haber más de diez mil niños caminando por la ciudad en busca de restos de comida y mendigando dinero para satisfacer una cuota diaria establecida por sus 'marabouts'.
A menudo con ropas rasgadas, descalzos y mugrientos, los niños caminan solos o en grupos. Muchos no aprenden nunca el Corán y muy rara vez consiguen una enseñanza adecuada que les permita acceder a algún trabajo cuando sean adultos.
Por si fuera poco, si no consiguen la cantidad de dinero establecida por su marabout serán golpeados. En algunos barrios de las afueras de Dakar se estima que cada niño debe aportar unos 300 CFA (50 céntimos de euro). En los barrios del centro de la capital podría multiplicarse la cantidad por cuatro.
Cada marabout tiene a su cargo a no menos de diez niños. Por lo tanto, es fácil imaginar el negocio en el que se ha convertido para estos profesores del Corán tener a sus discípulos en la calle mendigando.
La pobreza, el escaso esfuerzo del Gobierno y el poder de los marabouts en la sociedad senegalesa obstaculizan los esfuerzos de algunas ONG para atajar y erradicar la mendicidad de los niños talibés.
La gente consulta a los 'marabouts' sobre cuestiones familiares, cuestiones monetarias, en busca de consejo profesional e incluso para decidir a quien votar. Son influyentes en todos los niveles de la sociedad.El Gobierno de Senegal ha endurecido las leyes contra la mendicidad, pero lo que falta es que se regulen las ‘daara’, escuelas coránicas. Y evitar que cualquiera pueda abrir una.

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